miércoles, 17 de enero de 2007

Indice

Comercio justo
Antecedentes
Sello de comercio justo
Breve exposición sobre el Comercio Injusto
¿Qué es el Comercio Justo?
Buscando una definición
Las primeras formas de Comercio Justo
La función del "sobreprecio"
El principio de "Coherencia" y la "Autentificación"
Los "Sellos de Garantía" y sus riesgos
Hacia la Tercera Generación del Comercio Justo
Conclusiones
El Sur, además de existir, necesita vender sus productos
Comercio, no ayuda.
Diversificar la producción.
Tiendas solidarias.
Comercio Justo y Consumidor
Intermón
50 años de Intermón Oxfam
Opinión personal
Bibliografía

Comercio justo

Comercio justo es una forma alternativa de comercio promovida por varias organizaciones no gubernamentales, por Naciones Unidas y por movimientos sociales y políticos (como el pacifismo, el ecologismo) que promueven una relación comercial justa entre productores y consumidores.
Los principios que defiende el Comercio Justo son:
Los productores forman parte de cooperativas u organizaciones y funcionan democráticamente.
No a la explotación infantil.
Igualdad entre hombres y mujeres.
Se trabaja con dignidad respetando los derechos humanos.
El precio que se paga a los productores permite condiciones de vida dignas.
Los compradores generalmente pagan por adelantado para evitar que los productores busquen otras formas de financiarse.
Se valora la calidad y la producción ecológica.
Respeto al medio ambiente.
Se busca la manera de evitar intermediarios entre productores y consumidores.
Se informa a los consumidores acerca del origen del producto.
Se intenta así evitar las grandes diferencias entre el precio que pagan por un producto los consumidores del primer mundo y el dinero que se les paga a sus productores en el tercer mundo, además de evitar la explotación de los trabajadores. Además, esto contribuye a compensar los efectos de la obsesión consumista por el precio más barato, y sus consecuencias:
Progresivo deterioro de la calidad y durabilidad de los productos.
Explotación de los productores (ver taller de trabajo esclavo).
Deterioro ambiental.
El comercio justo implica el precio justo, es decir que éste no contenga componentes influenciados por intervenciones o subsidios estatales que distorsionan, per se, el concepto de comercio justo.
Las distorsiones y consecuentes quejas en el mercado derivadas de los subsidios son elevadas por las partes interesadas a la Organización Mundial del Comercio.
Desde el neoliberalismo se considera que la expresión "Comercio justo" es una tautología, ya que "Comercio" implica intercambio voluntario entre dos partes, que no tendría lugar si ambas partes no creyeran que iban a salir beneficiadas.

Antecedentes

El sistema Comercio Justo (FT, por Fair Trade) o Comercio Alternativo (AT, por Alternative Trade) ed una iniciativa para crear canales comerciales innovadores, dentro de los cuales la relación entre las partes se orienta al logro del desarrollo sustentable y sostenible de la oferta. El FT se orienta hacia el desarrollo integral, con sustentabilidad económica, social y ambiental), respetando la idiosincrasia de los pueblos, sus culturas, sus tradiciones y los derechos humanos básicos.
La filosofía del Comercio Justo es que la mejor ayuda de los países centrales a los países en vías de desarrollo es el establecimiento de relaciones comerciales éticas y respetuosas, con crecimiento sostenible de las naciones y de los individuos. Más que por las entidades oficiales o estatales, el Comercio Justo es impulsado y practicado por millones de personas solidarias en diversas partes del mundo. Aquí las llamadas Tiendas del Tercer Mundo cumplen un rol decisivo, a través de voluntarios que en sus horas libres apoyan en la venta de productos como Café de Colombia, Ron de Cuba, Miel de Chiapas, Quinua de Bolivia y Perú, etc.
Objetivos: - Garantizar para los trabajadores o trabajadoras un salario justo. - Mejorar las condiciones de seguridad e higiene del lugar de trabajo. - Fomentar la igualdad de oportunidades para las mujeres. - Proteger los derechos de los niños. - Salvaguardar las minorías étnicas - Preservar el medio ambiente
En 1964, comienza el sistema de Comercio Justo, FT, con la conferencia de la UNCTAD: Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. Allí, algunos grupos plantearon suplantar la ayuda económica hacia los países pobres por un régimen de apertura comercial de los mercados de alto poder adquisitivo. Solo unos pocos grupos de habitantes de los países desarrollados promovieron la creación de tiendas "UNCTAD" , que comercializarían productos del llamado Tercer Mundo en Europa, evitando las barreras arancelarias de entrada. A partir de ese momento, se inició una cadena de tiendas "Solidarias", en Holanda y luego Alemania, Suiza, Austria, Francia, Suecia, Gran Bretaña y Bélgica.
En 1967, además, la organización católica SOS Wereldhandel, de los Países Bajos, comenzó a importar productos artesanales desde países subdesarrollados, con un sistema de ventas por catálogo. La formación de la red de tiendas Solidarias le otorgó a la SOS Wereldhandel un canal de comercialización estable. Las tiendas Solidarias gozaron de éxito de ventas, donde las sucursales se transformaron en organizaciones autónomas importando productos en forma directa.
En 1973, entró en este sistema de comercio el primer producto alimentario importante: el café FT, producido por cooperativas guatemaltecas bajo la marca común "Indio Solidarity Coffee". El café FT constituye un hito importante, dando un gran impulso al crecimiento del sistema.
En los años 1980, las transacciones y su frecuencia permitió que muchos productores encarasen la mejora de la calidad y el diseño de productos, apoyados en una red que les permitía ingresar a los mercados más importantes. La lista de productos involucrados creció con la incorporación de mezclas de café, té, miel, azúcar, cacao, nueces. Las artesanías crecieron en cantidad y calidad, con técnicas de marketing.
En 2006, hay organizaciones de comercio justo en Europa, Canadá, Estados Unidos, Japón; con ventas por más de 3.000 tiendas solidarias, por catálogos, por representantes, por grupos. También es considerable la participación en la red de las diferentes organizaciones religiosas. La aparición de los Sellos identificatorios ha dado un gran impulso al sistema. La 1ª marca de calidad Comercio Justo fue en Holanda en 1988. A partir de ese ejemplo, surgieron varias iniciativas de "Etiquetado Justo". En 1997, varias de ellas se organizaron formando la Fairtrade Labelling Organizations International (FLO - Organización Internacional de Etiquetado Justo). El miembro español de la FLO es la Asociación del Sello de Productos de Comercio Justo
Como curiosidad histórica, aunque no debe entenderse como algo directamente relacionado con el movimiento actual, el anarco individualista y mutualista estadounidense Josiah Warren, enunciador del «principio del costo» escribió un manifiesto en 1841 en el que se encuentra una reivindicación del comercio justo, con una filosofía no muy diferente a la del actual movimiento por el comercio justo.

Sello de comercio justo

La Asociación del Sello de Productos de Comercio Justo (ASPCJ) es el miembro español de Fairtrade Labelling Organizations International (FLO) que reúne a 21 organizaciones de Comercio Justo certificado en Europa, Japón, América del norte y Oceanía. El Sello de Comercio Justo (o Sello FAIRTRADE) es el sinónimo de Fairtrade Mark en inglés.
La ASPCJ ha sido creada en 2005 con el objetivo siguiente: “promocionar la certificación de productos de Comercio Justo y su consumo y contribuir así a ampliar el impacto de este comercio alternativo” (Estatutos). El objetivo final es el desarrollo de los productores del Sur que participen en el sistema de Comercio Justo FAIRTRADE.
En España, de momento cuatro productos pueden llevar el Sello de Comercio Justo: el café, el azúcar, el cacao y el té. Estos cuatro productos están comercializados por 21 organizaciones españolas licenciatarias del Sello. Además, gracias a las ventas por correspondencia, los consumidores y las consumidoras españoles tienen acceso a otros productos con el Sello FAIRTRADE, cómo productos a base de algodón certificado. Siendo en el primer año de comercialización de productos con el Sello de Comercio Justo en España, todavía no existen estadísticas sobre las ventas en España. Sin embargo, se puede recordar que las ventas a nivel mundial de productos con el Sello de Comercio Justo no dejan de aumentar: En 2005, las ventas de productos con el Sello FAIRTRADE ascendieron a 1.100 millones de euros en el mundo, es decir un aumento de un 37 % respecto a 2004. En octubre de 2006 son 586 organizaciones de productoras y productores repartidos en 58 países del Sur que se ven beneficiados de la certificación FAIRTRADE. El sistema FLO, que deja a los productores y las productoras libres de elegir la inversión que quieren emprender con el sobreprecio del Comercio Justo, contribuye directamente al desarrollo de las poblaciones productoras del Sur.

Breve exposición sobre el Comercio Injusto

El mercado no es neutral, es un instrumento económico que puede servir para construir o destruir. Aunque es un medio generador de grandes diferencias puede llegar a ser también un medio para el reparto de la riqueza. Lo mismo que la ciencia puede estar dirigida para la paz o para la guerra. Dependerá de la voluntad humana, pero esa voluntad depende de antemano de quienes controlan el mundo, o lo que es lo mismo, quienes controlan los mercados.
Aunque el mercado ya existió desde la Antigüedad griega y romana (e incluso antes), la forma desaforada del mercado que hoy conocemos surge con ímpetu en el siglo XVI, no como cofradías de mercaderes, sino como sociedades anónimas de socios privados, asociado a la piratería y en contra de ella (cuando no les beneficia y como competencia). La guerra, el saqueo y el pillaje, van muy vinculadas al nacimiento de los nuevos mercaderes y comerciantes, que se civilizan adoptando formas jurídicas y compatibles con la aristocracia. La burguesía es siempre compradora y vendedora y el gran salto lo da cuando se abre un nuevo mercado, más eficaz que el mercado de esclavos: el mercado de trabajo que da surgimiento a las primeras ciudades industriales en Europa.

¿Qué es el Comercio Justo?

Como sucede con todos los movimientos alternativos cuando nacen, se presentan ante la opinión pública como opciones prometedoras de un cambio. Después con el tiempo terminan por ser absorbidos por el sistema y quedan neutralizados. Algo parecido puede ocurrirle al movimiento de Comercio Justo. Durante estos años asistimos a un momento de auge y mucha es la gente que lo mira como algo esperanzador. No podemos defraudarlos y en las organizaciones que integramos la Coordinadora está la oportunidad de evitarlo. Somos de los que pensamos que es posible evitar que el Comercio Justo se convierta en un mero marketing para vender a consumidores ilusiones y promesas que nunca llegan.
El mantenimiento de unos criterios sólidos y principios éticos de un movimiento es condición imprescindible para no desviarnos en su orientación alternativa, pero esto no sería suficiente. Además de tener una clara formulación de las ideas que nos mueven -cosa que precisa de actualización permanente- se requiere una segunda condición importante: que se abra y mantenga un amplio debate social entre los sujetos que intervienen en el Comercio Justo (productores, mediadores y consumidores).
No hay que olvidar que nos movemos en el mundo del mercado y que obligados como estamos al mercadeo el riesgo de transgredir nuestras propias normas debe ser tenido en cuenta. Sobre todo cuando el mantenimiento de normas y códigos éticos exige la renuncia al provecho personal y a la inversa, la transgresión se traduce en ingresos y en dinero.
El Comercio Justo es una alternativa a ese comercio que llaman libre, pero que es causa de estragos y abismales diferencias; que carece de toda norma ética que no sea el enriquecimiento o la formación de un patrimonio personal. Con la globalización de los mercados y la expansión de la ideología neoliberal la función del comercio como un servicio al público, como una función social, sobre todo en las grandes ciudades y nuevas urbanizaciones, es sustituida por la eficiencia de rentabilidad y maximización. Para conseguir ese objetivo se ha optado por la religión de la competencia (a cualquier precio) y la transgresión de las normas morales más elementales. En fin, que nos movemos en un terreno donde los que ganan y triunfan (en el mercado) son los más pillos, o los más grandes, cuya sostenibilidad va ligada a la necesidad de asestar duros golpes a los más débiles (despidos, bajos salarios, empleos precarios, devastación de los recursos naturales, Deuda Externa, saqueo de los pobres y oportunismo personal). El Comercio Justo es una alternativa al comercio lucrativo (que nos parece injusto) pero no debe pensarse que es una alternativa total en el sentido que lo vaya a sustituir completamente. Es alternativa en cuanto modalidad y filosofía y será minoritario durante mucho tiempo ya que en el poderío mediático es completamente proclive al consumismo y a la manipulación. Pero siempre existirá entre un 1 y un 5% de los consumidores dispuesto a buscar una alternativa a la desigualdad y a la injusticia. Para ganar este espacio se requiere obtener confianza y fidelidad de esos consumidores responsables y por lo tanto es muy necesario definir bien lo que somos y lo que queremos.

Buscando una definición

El Comercio Justo es un tipo de comercio que surge de una nueva relación, libre, directa y honesta (no fraudulenta) entre tres nuevos sujetos económicos: los productores en vías de empobrecimiento, los consumidores solidarios y los intermediarios sin ánimo de lucro. Para ser claros, llamaremos a los primeros "Productores-asociados" a los segundos "Consumidores-responsables" y a los terceros "Mediadores-facilitadores".
Se puede decir que se trata de sujetos que han aprendido las lecciones de la historia y por eso son nuevos. Por supuesto somos de los que pensamos que la historia lejos de finalizar sigue su curso y probablemente nos encontremos en el futuro con más sorpresas de las que pudiéramos imaginar. Quizás lo más novedoso de este fin de milenio es que la gente quiere tener personalidad propia y se esfuerza más que antes por alcanzar su propia identidad. Después de tanta alienación y manipulación la gente reacciona, y una de las lecciones aprendidas es que hoy los consumidores empezamos a ser conscientes de nuestro poder. Como tales consumidores "votamos todos los días" eligiendo los productos que compramos. El consumidor está empezando a entender que con su consumo puede castigar a empresas por su mala conducta frente al medio ambiente, sus trabajadores o su comportamiento en el Tercer Mundo. Pero de lo negativo hay que pasar a los positivo y el reto es que el consumidor pueda "recompensar" a empresas con objetivos sociales, protectores del medio ambiente y capaces de mejorar las condiciones de los trabajadores del Tercer Mundo. Este tipo de empresas ya han aparecido, pero para asentarse y perdurar tienen que dar calidad y ser eficientes en el logro de sus metas y objetivos. En los países industrializados de la metrópoli son las empresas de Comercio Justo y en los países empobrecidos como en Nicaragua son las cooperativas y comunidades de pequeños productores que integran un nuevo espacio económico llamado la Economía Popular Asociativa y Autogestionaria (este movimiento existe con sus particularidades, más o menos avanzado en todos los países pobres). Por supuesto este movimiento por "aprender las lecciones de la Historia" no ha hecho más que comenzar. Entre los consumidores, hoy sólo se plantean la responsabilidad una pequeña minoría. Todo movimiento de cambio comienza por unos pocos y nadie debe creer que esto es algo sencillo. Es un movimiento que no ha hecho más que iniciarse y que requiere como condición previa a personas y dirigentes con principios sociales y morales sólidos. Debemos tener en cuenta que estamos hablando de colectivos y grupos minoritarios, pero que pueden conformar un espacio de lucha y de incidencia social importante.
El otro grupo necesario para el comercio es el sector social de los Productores asociados [Pa] que también están aprendido las lecciones del pasado y sobre todo en el Tercer Mundo, que se organizan en cooperativas, colectivos y asociaciones y están dando al capital una nueva dimensión social: son a la vez gestores y administradores de capital social, un capital compartido en colectivos, como decimos. La lección aprendida es que en soledad una familia o una persona productora de mercancías poco puede hacer en la jungla del mercado.
La mayor parte de las empresas de la burguesía nacional de los países del Tercer Mundo están quebrando y la ola acabará por llegar a los eslabones más débiles de la vieja Europa. La oportunidad de enriquecerse ya no es posible con la competitividad y el expansionismo de las multinacionales y el capital financiero global que actúa con la locura de otorgar, en los países de la metrópoli (Europa y EEUU) unos créditos del 2,5 al 5,25%, mientras en los países pobres es de un 35% (recompensa a los acreedores y arruina a los deudores). Ante las masivas quiebras en el Tercer Mundo, los pequeños productores toman nuevas responsabilidades. Estamos hablando de más de 500 millones de familias donde tanto el hombre como la mujer perciben 1 dólar de salario al día. Este gran colectivo son semiproletarios, esto es, trabajan para un patrón (en el campo) pero además disponen de su pequeña propiedad rural. En su calidad de pequeños productores agropecuarios, dueños de la tierra, están comprendiendo que tienen que acceder por su propia cuenta al mercado y escalar sus empinadas y laberínticas rampas (dotarse de capital para infraestructuras de almacenaje, transporte, y muchos conocimientos, así como asociarse entre los pequeños) para vender mejor sus productos y buscar allí consumidores favorables ofreciéndoles mejor calidad u otras oportunidades
La particularidad del Comercio Justo, como decimos, es que nace pues del encuentro de estos tres nuevos sujetos [Pa], [Mf] y [Cr] y además del encuentro entre el Norte y el Sur. Del Norte proviene ese nuevo sujeto consumidor que toma "responsabilidad" y se hace capaz de dirigir su elección de compra. Del Sur provienen estos pequeños productores de familia extensa, integrados en comunidades y colectivos de apoyo mutuo, con mentalidad de incursionar en el mercado, por sus propios medios y asociados a otros semejantes. Y de ambos Norte y Sur, proviene por último un tercer sujeto que son las ONGDs (Organizaciones no Gubernamentales de ayuda al Desarrollo) que se proponen acompañar a ambos sujetos en la escalada por su emancipación y facilitarles el camino.
En las antiguas sociedades pre-capitalistas los pequeños campesinos iban al burgo (centro urbano) y vendían directamente en la plaza lo necesario para comprar productos de necesidad, como herramientas, aperos u otras mercancías que no podían producir en su aldea. El desarrollo del capitalismo convirtió en una reliquia esta forma de comercio directo (productor-consumidor), pero, territorialmente, sólo ocurrió así en las metrópolis y en particular en las zonas más urbanizadas, donde se concentraba la naciente industria. Hoy con la globalización se acaban las fronteras nacionales y con el desarrollo de las comunicaciones y el transporte, es factible llegar a cualquier rincón del mundo. Así que las condiciones para un encuentro entre pequeños campesinos productores y consumidores están dadas. Lo mismo que un inversionista se conecta a los mercados financieros a través de internet, un pequeño productor del Sur puede comunicarse con un consumidor del Norte siempre que cuente con un mediador que se lo facilite.
No vamos a exagerar pero tampoco desanimar: aunque el 70% del comercio mundial está controlado por las multinacionales, es posible encontrar "nichos" de mercado donde productores y consumidores se ponen de acuerdo directamente. Uno de estos "nichos" es el Comercio Justo. Aunque cuantitativamente la masa de capital que mueve es muy pequeña (insignificante comparada con el movimiento de los mercados financieros), el valor cualitativo que tiene esta forma de comerciar solidaria y recíproca, es inmensa y prometedora Para llevar a cabo esta revolución del mercado, esta revolución de los valores humanos y de las relaciones justas y equitativas, ambos sujetos económicos precisan, como decimos, de un tercero que los ponga en comunicación y sea "facilitador" de ese encuentro. Este mediador-facilitador [Mf] no está motivado por el ánimo de lucro, común al espíritu del comerciante dispuesto a enriquecerse deprisa y formar un patrimonio de capital personal a costa de los bajos precios al productor, la especulación, el mercado negro, el contrabando, la pérdida de calidad de los productos, el engaño, el fraude o los vínculos con el poder. Los nuevos mediadores-facilitadores de ese encuentro feliz, son entidades y ONGs que después de años de experiencia en cooperación solidaria han conocido el Tercer Mundo tal cual es. Entidades y ONGs que buscan el bien común y renuncian al lucro, reclamando no más ingresos que los necesarios para afrontar sus gastos, muchas veces bajos pues tienen la ventaja de que sus miembros aportan trabajo solidario y gratuito. Existe entre un 1 y un 5% de la población dispuesta a este tipo de trabajos gratuitos, y pueden hacerlo en sus ratos libres, porque consideran que ya ganan lo suficiente o porque su condición de clase media sensible, les mueve a mejorar las condiciones del Tercer Mundo y frenar el ciclo de la pobreza.

Las primeras formas de Comercio Justo

Como es sabido el movimiento de Comercio Justo nació en Europa, a raíz de la primera Conferencia de la UNCTAD (Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas) celebrada en Ginebra en 1964. Los países del Tercer Mundo, cuyos dirigentes estrenaban nuevos Gobiernos nacionales como resultado de la lucha por la descolonización, presionaron bajo el lema "Comercio No, Ayuda", exigiendo a los países ricos de la metrópoli que abrieran sus fronteras a los productos agrícolas del Tercer Mundo. Entonces, quién reclamó el libre comercio fueron los pobres, pero los países ricos se negaron a ello, al constatar que los precios agrícolas del Tercer Mundo podían ser tan competitivos en el comercio mundial que se abría una vía indeseada, donde la metrópoli podía perder sus mercados agrícolas en favor de las nuevas naciones periféricas. Entonces -quién lo diría- prefirieron optar por la estrategia de protegerse con aranceles y negarles el libre mercado. Continuaron con las ayudas al desarrollo para comprar a las élites de la periferia en alza, facilitaron así el desarrollo de ejércitos, la compra de armamento al primer mundo y el establecimiento de bases militares en el Sur con el pretexto también de la supuesta amenaza comunista.
Pero entretanto en el corazón de Europa surgía una fundación comercial de nuevo tipo que más tarde se llamaría Comercio Alternativo o Comercio Justo. En 1969 se abre la primera tienda de comercio justo en Holanda (Brenkelen) y dos años más tarde en este país ya existen 120 tiendas.
Esto fue posible gracias a que existía un público sensibilizado hacia el Tercer Mundo y con cierto nivel de ingreso, que aceptó esta nueva forma de hacer solidaridad y comenzó a comprar productos del Tercer Mundo con un sobreprecio.
Surgió así lo que ha venido a llamarse primera generación de Comercio Justo, caracterizada por ser las mismas Organizaciones de Comercio Justo (OCJ) las que asumen la función comercial y ser los propietarios del capital (en forma colectiva y asociada). Los productos importados se venden en puntos de venta donde se garantiza su procedencia del comercio justo, también llamadas Tiendas de la Solidaridad, pero igualmente se distribuyen los productos a través de colectivos y personas sensibles, Iglesias o Comités de solidaridad, dispuestas a esta misión y que se encuentran, en muchos casos, viviendo en pequeñas ciudades.

La función del "sobreprecio"

El sobreprecio es una condición imprescindible para hacer posible el Comercio Justo. Desde el principio de su nacimiento el sobreprecio acompaña al Comercio Justo, y no puede ser de otra manera, pues no constituiría novedad alguna si un supuesto "Mediador-facilitador" comprara al "Productor-asociado" del Tercer Mundo al mismo precio que rige en el mercado mundial. No estaríamos hablando de un "facilitador" sino de un comerciante común. Ya sabemos que estos precios constituye el quid pro quod del subdesarrollo y empobrecimiento. Los precios de los productos, como el café, el cacao, la azúcar, el banano, el ganado, el algodón, el arroz, las especias y toda esa gama de los llamados "productos de postre" que son exportados a los mercados de la metrópoli, son precios que no retribuyen el valor añadido del trabajo invertido en la producción. Son productos ricos en valor-trabajo (mucho valor añadido) que no se refleja en los bajos precios, de manera que al comprarlos el intermediario obtiene una gran cuota de valor no retribuido que, finalmente al revenderlo le reportará un alto margen de beneficio.
Su precio se formó históricamente con trabajo esclavo, como fueron las plantaciones del azúcar, el cacao y el café. Actualmente los comerciantes y grandes compradores calculan el coste de producción de estos productos sobre la base de unos costes salariales de un dólar por jornada trabajada. Después mediante el mecanismo de los precios, la especulación y otras mañas, los grandes exportadores puede presionar a la baja las Bolsas de Nueva York y Londres, donde se establecen todos los días los precios internacionales de estos productos. El abaratamiento de las materias primas (desde el petróleo, los minerales estratégicos hasta el café y otros productos de mesa), es una condición perseguida por las grandes multinacionales y las instituciones por ellas controladas (GATT, OMC etc). Es una condición, también, para impedir el ascenso de los precios finales y mantener los grandes beneficios comerciales. Véase el caso del petróleo, con sus alzas naturales y sus presiones internacionales a la baja.
El aspecto medular del Comercio Justo es, pues, que se paga al productor asociado un sobreprecio que puede oscilar entre un 10 o un 15% por encima del precio de mercado mundial. La ONG o bien la Organización de Comercio Justo importadora, paga ese sobreprecio para que el productor pueda obtener algún ahorro suplementario y mejore sus condiciones de vida. En este sobreprecio está pues el meollo de la cuestión. Pero ¿cómo podrá la Organización de Comercio Justo compensar ese sobrecosto sin trasladársela al consumidor?
Evidentemente para poder operar en este comercio hace falta encontrar compradores al final de la cadena (consumidores finales) dispuestos a pagar ese sobreprecio.
No es posible por desgracia que la OCJ pueda absorber ese sobreprecio a costa de mermar beneficios. En la fase actual, la pequeña dimensión de las OCJs con grandes gastos en sensibilización y mucha competencia impide tener excedentes mayores. Y, cuando se tienen, se invierten en mejorar la tienda o en una campaña de denuncia, o en un proyecto de ayuda. Por lo tanto, debe haber un número suficiente de consumidores solidarios o consumidores responsables dispuestos a comprar con sobreprecio y por lo general con sobreprecios mayores del 10% Esto es lo que se llama "nicho de mercado".
Los precios de mercado, por ejemplo del café, son ventajosos cuando el café es de baja calidad, se vende en forma masiva, hay experiencia de mercado acumulada durante décadas y rige el principio de explotación de los máximos rendimientos, como sucede con las marcas de mayor difusión. Un buen tostador sabe bien que si no oferta bajos precios pierde mercado y siempre tiene quebraderos de cabeza para mantener la calidad y bajar el precio.
El sobreprecio, tanto positivo para el [Pa] como negativo para el [Cr] es pues el aspecto diferenciador del Comercio Justo. Por lo tanto, para que este CJ opere debe existir una franja de consumidores sensibilizados dispuestos a pagar más (un 20% por lo general) por un producto de CJ.
Pero la función del sobreprecio (en negativo) al consumidor final es doble: por una parte asegurar el sobreprecio (en positivo) al productor asociado y por otra dejar a la OCJ un pequeño margen para su actividad solidaria y compensar su altos costos por no llegar a alcanzar una economía de escala. Debe tenerse en cuenta, por último, que la solidaridad es un valor añadido y que debe por lo tanto repercutirse en el precio. Todo esto explica porqué los precios de productos de Comercio Justo son más altos que los convencionales, para el mismo tipo de producto.
Los consumidores que no conocen la función del sobreprecio se quejan del mismo y argumentan con una lógica aplastante ¿cómo es posible que eliminando intermediarios el producto sea más caro? ¿No es acaso lógico que los productos que oferta el Comercio Justo, tengan también un "precio justo"? (y entienden por tal un precio más bajo). A simple vista parece que tienen razón, pero la realidad no siempre es revelada en las apariencias. Efectivamente nos encontramos ante el nacimiento de un movimiento alternativo y estamos vendiendo productos de valor superior al convencional. Esto solo lo pueden entender consumidores responsables, consumidores que han superado la mentalidad consumista y que están dispuestos a invertir una parte de sus ahorros en la solidaridad, con unos resultados acumulativos pues la "inversión" va a representar la oportunidad de abrir un espacio económico distributivo y superador de la pobreza. Por eso el movimiento de CJ debe dar las máximas garantías de fiabilidad, credibilidad y autenticidad.

El principio de "Coherencia" y la "Autentificación"

Hemos visto cómo el consumidor responsable se convierte en el nuevo sujeto económico de la metrópoli y como, al comprar con sobreprecio un producto de CJ, provoca un efecto multiplicador sobre la economía alternativa y popular del Tercer Mundo. A medida que crece el CJ los consumidores [Cr] compran habitualmente confiando en los facilitadores [Mf] que les suministran los productos. Estos [Cr], se convierte en el sujeto principal desde el punto de vista del mercado. Pero son los productores [Pa] quienes hacen el producto, los que lo crean con su trabajo, son quienes le dan la calidad adecuada, quienes están en contacto con el medio ambiente y la naturaleza, quienes están garantizando un cambio social en la relación trabajo-capital, ¿De que valdría dar un sobreprecio a un productor que persigue el lucro, no cuida el medio ambiente ni la calidad del producto, ni cambia las relaciones de explotación del trabajo? El consumidor solidario se sentiría defraudado y al preguntarse ¿qué estoy cambiando pagando más por lo mismo? deja de comprar. Por otra parte ¿de qué serviría que el consumidor pagara un sobreprecio por un producto supuestamente de CJ, si quién lo comercializa lo emplea en su provecho personal? Igualmente sería un fraude.
Ya hemos señalado que en los países ricos de centro Europa existe entre un 2 y un 5% de consumidores dispuestos a pagar un sobreprecio (entre el 15 y el 20%) por un producto de Comercio Justo. Ese sector precisa verse alentado por la credibilidad y la autenticidad del proyecto de CJ. Tiene que confiar en las OCJs que se lo distribuyen. Se trata de dos aspectos que deben ir coordinados: la credibilidad del consumidor en la OCJ y la autenticidad de la OCJ de cumplir en la práctica lo que promete en sus mensajes.
A la medición o valoración del grado de coherencia entre lo que se dice y lo que se hace (entre lo que la OCJ sostiene en sus mensajes de sensibilización y lo que después hace en el mercado) lo llamamos fidelización.
La fidelización de un producto de CJ consiste en que la OCJ que lo distribuye debe garantizar a los consumidores que "hace lo que dice" y "cuenta la verdad de lo que hace". No puede estar diciendo cosas bonitas de cara a la galería y después operar de otra manera. No puede tampoco silenciar lo que hace cuando va contra lo que dice que debe hacerse (criterios de comercio justo). Ciertamente el cumplimiento del principio de fidelización no se va a dar al 100%, porque nos movemos en un mundo difícil pero la meta es alcanzar el 100% al menos en las cuestiones principales. El reto de la honestidad es llegar al 100%
A nuestro entender encontramos por lo menos tres aspectos básicos del Comercio Justo que deben garantizarse al consumidor para poder cumplir con el principio de fidelización:
Que el productor asociado (cooperativa, comunidad, etc.) recibe un sobreprecio que le permitirá la mejora de sus condiciones de vida y asegurar su proyecto asociativo (única vía que le queda para salir de la pobreza y el subdesarrollo, como veremos en Nicaragua se llama Economía Popular).
Que los excedentes obtenidos por la OCJ se invertirán en los aspectos señalados en sus programas y campañas a favor de mejores precios internacionales para productos del TM, proyectos de desarrollo, mejora de las Tiendas, participación a los productores en el capital de las OCJ, de manera que estos puedan escalar posiciones en el control del mercado, etc...
Que no se cierre el paso a los productores en su estrategia de control del mercado de sus propios productos.
Las OCJ deben cumplir al menos estos puntos con un nivel del 100% de coherencia. El consumidor confía en que es así y cuanto no confía deja de comprar pues el sacrificio que representa entregar un sobreprecio no le merece la pena. Invertirá su solidaridad en otra parte. ¿Cuándo decide el consumidor solidario que debe dejar de comprar tal o cual producto de CJ? Muy posiblemente toma esa decisión cuando falla el principio de fidelización. La OCJ deberá mantener una comunicación muy directa con el consumidor y lo puede hacer a través de la ventas. Por otra parte los facilitadores vemos necesario promover el contacto directo entre los productores asociados [Pa] y los consumidores responsables [Cr].

Los "Sellos de Garantía" y sus riesgos.

Encontramos por otra parte, dos riesgos en el movimiento de CJ europeo. Uno, que el consumidor responsable se vuelva pasivo, se desmovilice y se limite a comprar productos que llevan una etiqueta o Sello de Garantía de Comercio Justo. Otro, que las OCJ renuncien a hacer la comercialización dejando esta función a empresas del sector lucrativo que se legitiman como tales al comprar un Sello de Garantía de Comercio Justo. Esto merece un análisis aparte por su gravedad.
De momento simplemente decir que si las empresas del sector lucrativo se meten en el Comercio Justo, el principio de fidelización se pone en crisis total porque ya no podremos garantizar los criterios y principios que habíamos aprobado. En efecto: (1) el excedente que podría destinarse a proyectos de desarrollo o a mejorar aún más las condiciones de vida de los productores asociados, va a parar a la empresa comercializadora, recompensando así el principio de la obtención de lucro; (2) una vez que la empresa lucrativa capta mercado de consumidores solidarios, se cierra el paso a los productores y desaparecen los "facilitadores". Es una verdadera integración sistémica (o desintegración si lo miramos desde el punto de vista de la organización del movimiento). Desilusiona y frustra las esperanzas de un mundo más justo. Veamos:
Por desgracia en Europa ha prosperado la venta de Sellos de Garantía a empresas del sector lucrativo. Ha incrementado el número de consumidores como consecuencia de las campañas de sensibilización, especialmente en la televisión, cuyo coste solo puede ser financiado por estas empresas que se meten en el Comercio Justo (el marketing incluso terminan por hacerlo las organizaciones vendedoras del Sello). El efecto más negativo, repetimos, es que la comercialización queda en manos del capital privado y, lo que es peor, se cierra el paso a los [Pa] en el camino de controlar ellos mismos el mercado de sus productos.
Otro aspecto negativo: los productores no podrán dirigirse ya directamente a los consumidores y se pierde este vínculo tan decisivo. La función [Mf] también desaparece y las OCJ se limitan a dar mensajes retóricos y realizar el marketing sin control alguno del mercado. Estas organizaciones se ven arrastradas a una dinámica incontrolada donde tienen que invertir más y más en "sensibilización" para mantener los porcentajes de compradores, pero estos van percibiendo que falla el principio de fidelización. Al final es más de lo mismo y sólo son distintas las palabras, pero no la praxis comercial. Falla la coherencia y los grupos de consumidores más responsables se desenganchan y la cuota de compradores se amplía por los sectores menos avanzados y conscientes. Pero pronto estos sectores se verán igualmente defraudados cuando ganen en conciencia responsable. Es un camino sin retorno a la paralización. Es el declive del movimiento que acentuará el escepticismo y el pesimismo en lo más sano de la sociedad.
A la generalización de venta de Sellos de garantía se le ha llamado segunda generación del Comercio Justo.
No podemos ignorar la aportación decisiva que han tenido las más importantes organizaciones distribuidoras del Sello de Garantía de Comercio Justo y valorar el esfuerzo realizado en apoyo de los productores. Pero consideramos que este modelo de segunda generación de Comercio Justo no puede ser aplicado en España sin unas restricciones. No se debe ir deprisa en esto y no debemos caer en la simple repetición del modelo aplicado en Europa, sin analizarlo más detenidamente. Nosotros proponemos las limitaciones necesarias para asegurar, al consumidor responsable, el principio de fidelización del proceso.
No estamos, por lo tanto, en contra de la aparición de Sellos de Garantía, sino de que estos sean "vendidos" a empresas lucrativas. Estos Sellos resultan necesarios a medida que aumenta el nicho de consumidores responsables, pues se requiere llegar a los consumidores y consumidoras con símbolos, pero símbolos no mercantilizables. La solución más adecuada sería que el Sello de Garantía sea emitido única y exclusivamente por OCJs fiables y conocidas públicamente, o por la Coordinadora de CJ, pero siempre para uso de las organizaciones miembros.
Deben ser Sellos que no se "vendan", no se "mercantilicen", sino que sirvan para mantener la fidelidad de los productos y de los procesos y se salvaguarden por lo menos las tres condiciones señaladas.

Hacia la Tercera Generación del Comercio Justo

La solidaridad del Norte con el Sur igualmente se moviliza a través del consumo responsable que le permite suprimir la escisión entre producción y consumo. Las organizaciones facilitadoras asisten a los productores en su estrategia de mercado y estos pueden a su vez recuperar los excedentes porque son dueños de una parte del capital de la empresa comercializadora. Evidentemente es un camino que precisa regulación, concentración de fuerzas y tiempo. Pero ¿qué otra opción le queda al productor cuando los estados han perdido su función asistencial?
Evidentemente no estamos hablando de un espacio total, sino de un ámbito limitado, pero culturalmente identificado, que habría comenzado a ser ejemplo de supresión del abismo Norte-Sur.

Conclusiones

Para entender el Comercio justo partimos de un análisis tanto positivo como crítico de la situación que rodea al contexto de su nacimiento: los años 60 en la Europa central superdesarrollada y rica, donde los movimientos sociales alternativos, con sus virtudes y limitaciones, aparecen en escena. Preocupación solidaria con el tercer mundo en ascenso en los años de descolonización y auge de los movimientos de liberación nacional. El papel nuevo de las iglesias en la sociedad civil a través de organizaciones laicas, el movimiento de mayo de 68, etc. Una visión todavía eurocéntrica del mundo pero también abierta y crítica del orden existente. Unos nuevos sujetos, los consumidores con causa... etc. no puede olvidarse que todavía no ha entrado en la escena, con la suficiente fuerza, el movimiento cooperativo en del Tercer Mundo, pero ya despunta. A finales de los años 70, una nueva forma de entender el comercio justo, que vino a llamarse segunda generación del movimiento con la venta de sello de garantía del comercio justo que se aplica principalmente al café, producto estrella. Crecimiento de las campañas de sensibilización y ampliación del "nicho" de mercado que lo vuelve atractivo para el comercio lucrativo.
Nuevas contradicciones en el modelo de crecimiento del CJ con la progresiva liberalización de los mercados y la entrada en este movimiento de sectores mercantilistas. En el estado español surge el CJ con 20 años de retraso y con una superior carga ideológica. América Latina es la contraparte proveedora. Tiene autonomía propia y no se calca del modelo europeo, aunque existen tendencias fuertes a la homologación. La disponibilidad de capital para asentar las organizaciones no es tan abundante. El ritmo es más lento y su perfil marcadamente crítico. No entiende bien eso de los Sellos. Ya se advierte el interés de empresas mercantiles nacidas del ánimo de lucro, en el marketing del comercio justo. Este trabajo trata de entender el comercio justo desde los nuevos sujetos económicos, considerados como una relación integral que determina una nueva economía. El prototipo de consumidor responsable es el más conocido y analizado. El productor asociado bastante desconocido y el papel de la mediación sin ánimo de lucro carece de proyección todavía. Estamos en el momento donde podemos definir a los tres sujetos.
La gran novedad está en los pequeños productores del sur. En los 90 dejan de ser virtuales. Nicaragua ofrece un panorama de avanzadilla y elaboración. Surge allí un proyecto asociativo y autogestionario y eso contagia a la solidaridad. En el norte surgen también la posibilidad de teorizar sobre la práctica del mediador que facilita la comercialización. Esta debe estar controlada por los mismos pequeños productores. Estamos en los comienzos. Proponemos entender el Comercio Justo no sólo por los miembros de las OCJ, sino también por los consumidores de productos de CJ. Los productores del Tercer Mundo, esos trabajadores organizados en cooperativas que producen lo que comercializamos, el cacao, el te, el café, los frutos secos, el sésamo, la miel y tantos cientos de productos, deben estar presentes en nuestros debates y organizaciones. Ya se ha logrado un avance importante con la vinculación entre comercio y consumo, entre la OCJ y el consumidor responsable. Falta ampliar este vínculo a los productores alternativos, con los que se cuenta todavía muy poco. El Comercio Justo implica a esos tres nuevos sujetos económicos y la misión de las OCJ debe limitarse a ser facilitadora. En el movimiento de CJ hay que distinguir entre Tiendas e Importadoras. Las dos funciones son imprescindibles. La Tienda o el grupo de distribución se pone en contacto con el consumidor y actúa como agente de los productores y de los consumidores: es un facilitador de primer orden que emplea la sensibilización como un poderoso medio de conciencia. La tienda compra el producto a la OCJ importadora, lo procesa y transforma y lo comercializa. La primera generación de CJ avanza sin duda hacia formas de integración y siempre hacia un control del mercado, cosa que se cierra cuando una empresa no facilitadora entra en ese mercado de CJ. La degeneración del movimiento consiste en que las mismas OCJ se convirtieran en "facilitadoras" de la empresa privada, de la empresa lucrativa, cuya misión no es la solidaridad a través del comercio, sino en todo caso vender a las OCJ, un servicio no estratégico, a precios de mercado. Si existe voluntad de ayuda pueden ofrecer cobertura y asesoría. Cabe pues un papel en el CJ para la empresa privada lucrativa en tramos no estratégicos del ciclo económico. La distinción entre una economía y otra es clara: se mide por el papel que se concede al trabajo asalariado y por el proyecto político de cambio social que la acompaña. Los consumidores han irrumpido en la escena, pero su fuerza será anulada si no disponen de opciones para comprar beneficiando al productor del Tercer Mundo y cambiando las reglas dominantes del mercado: la búsqueda del lucro.
Pero, ¿acaso es posible lo que se propone en este escrito, esto es caminar hacia lo que hemos llamado tercera generación o control del mercado por los productores asociados? Claro que estamos hablando del control de los propios productos, no de otros. Determinadas experiencias están demostrando que eso es posible. El Comercio Justo es un movimiento de esperanza y de futuro, pero no será alternativo si se integra en el sistema de economía de mercado y si esto sucede quedará reducido a mera retórica. Este riesgo acecha también a la misma cooperación al desarrollo, donde algunas instancias y ONGDs han optado por compartir el mensaje solidario con empresas lucrativas, como ocurre con Fortuna (campaña 0,7%), Trinaranjus y alguna marca de lácteos, por citar unas pocas. La mercantilización de la solidaridad destruye la solidaridad, porque se trata de un valor no mercantil, un valor moral que no puede cambiarse por dinero o ser instrumento de negocio.

El Sur, además de existir, necesita vender sus productos

Artesanías del Amazonas, juguetes educativos de Jaipur (India), madera tallada de Madagascar y Camerún, figuras de saponita de Kenya, textiles multicolores de Panajachel (Guatemala), Perú y Tailandia o productos agroalimentarios como café, chocolate, miel, palmito, ron, nueces o muesli, provenientes de África, América del Sur y Asia, conforman el arco iris de artículos que podemos comprar hoy procedentes del Tercer Mundo, bajo el paraguas económico del Comercio Justo.
La iniciativa, solidaria con los problemas que sufren los países pobres para comercializar sus productos en condiciones justas y que permitieran su desarrollo económico, nació en los sesenta en Holanda cuando la organización católica SOS Wereldhandel comenzó a importar artesanías de estos países vendiéndolas posteriormente por catálogo y en las iglesias. La situación ha evolucionado mucho en tres décadas: actualmente, hay más de 100 organizaciones importadoras en Europa que mueven cada año productos valorados en unos 40.000 millones de pesetas. El comercio justo se nos presenta como una forma sencilla, práctica y eficaz de apoyar la autonomía económica y el desarrollo de los pueblos del Sur. Y, también, de reivindicar -y colaborar en ello, en la medida de nuestras posibilidades- un orden mundial y un crecimiento de los niveles de bienestar más equitativos.
Pero no cualquier transacción comercial más o menos bienintencionada con los países menos desarrollados del planeta puede aceptarse como comercio justo. Las condiciones son exigentes: los precios de compra de los productos y de su venta se han de basar en el coste de producción; los artículos -han que ser de calidad- se deben elaborar en condiciones laborales dignas para los trabajadores y respetuosas con el medio ambiente. Y los posibles beneficios de este comercio lo deben destinan las organizaciones europeas a mejoras sociales, nunca a enriquecerse. Este tipo de comercio permite atender las principales necesidades de la población local de los países de origen de los productos. Se les ayuda a que sean capaces de desarrollarse por sí mismos, a partir del fruto de su trabajo.

Comercio, no ayuda.

A los países del Norte, destinar dinero para programas de desarrollo en los países del Tercer Mundo les cuesta menos que abrir nuestros mercados a sus productos. La UNCTAD (Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) ha calculado que la supresión de las medidas discriminatorias -arancelarias- en los sectores del textil y de la confección aumentaría el empleo entre un 20% y un 45% en los países en desarrollo. Por lo tanto "Trade not aid" (comercio, no ayuda) es, desde hace muchos años el lema de estos países. Cualquier crisis del mercado de materias primas influye en el Tercer Mundo. La economía de estos países depende en un 50% de la exportación de sus materias primas. Hay algunos, como los del África subsahariana, que dependen de un sólo producto (café o cacao).
Los países del Tercer Mundo se endeudan para adquirir todo lo que son incapaces de producir (tantas cosas...), y para paliar este déficit aumentan la producción de sus materias primas, con lo que los precios de estas descienden vertiginosamente en el mercado convencional, que sólo busca beneficios. Además, la demanda de los países del Norte también ha variado. Así, la fibra óptica ha sustituido al cobre, los edulcorantes artificiales se imponen al azúcar e incluso algo tan progresista como el reciclaje reduce la demanda de materias primas del Sur. En pocas palabras, que las coyunturas económicas mundiales difícilmente benefician a los países pobres.

Diversificar la producción.

Los mercados están en manos de grandes empresas transnacionales. El 70% del comercio mundial de materias primas y el control del 80% de las tierras de producción lo dirigen estas compañías. La mejor solución para los campesinos locales es diversificar su producción y no depender de un sólo artículo. Porque en caso de descensos de precios o de mala cosecha, su ya de por sí paupérrima economía no se verá tan dramáticamente afectada.
Los campesinos que colaboran con organizaciones de comercio justo gozan de mejor posición económica que los demás, e invierten en otros negocios y áreas. El Sur se ha convertido también en exportador de materias manufacturadas (textil, zapatos, juguetes). Como consecuencia de ello, los países industrializados han adoptado medidas proteccionistas y arancelarias, muy perjudiciales para la economía de los países pobres.
Las organizaciones de comercio justo desarrollan nuevos productos y técnicas de elaboración para que puedan venderse en los países del Norte. También informan de los gustos y tendencias de los consumidores de los países más ricos, cara a ofrecer los productos que disfruten de más posibilidades comerciales.

Tiendas solidarias.

Están especializadas en el comercio justo, y se pueden encontrar en nuestras grandes ciudades. A través de la venta, de la concienciación social y de la acción política, las organizaciones que las auspician intentan que el comercio mundial sea más justo. En Europa, más 3.000 tiendas y 50.000 voluntarios se dedican a esta tarea y facturan unos 38.000 millones de pesetas cada año.
En España, el fenómeno es todavía incipiente respecto a Alemania, Países Bajos o Reino Unido, aunque se registró un crecimiento importante en los útimos años. En 1986, se implanta la primera tienda solidaria en San Sebastián (Emaus-Erein) y en la actualidad hay 22 organizaciones que ofrecen 40 tiendas) de todo el país constituyen la Coordinadora de Organizaciones de Comercio Justo. Las españolas trabajan con más de 50 grupos productores y en conjunto alcanzaron un volumen de ventas de 700 millones de pesetas en 1997 y atendieron a más de 150.000 clientes. Las marcas bajo las que se comercializan los productos -café, chocolate, cacao, té, miel, azúcar... - son: Trans Fair, Max Havelaar y Fair Trade Mark.
Las organizaciones compran los productos reduciendo al mínimo el número de intermediarios. El precio de compra va en función de los costes de las materias primas, de la producción, del tiempo y de la energía invertidos. Los productores tienen derecho a la prefinanciación y las relaciones comerciales son a largo plazo. Las ONG de comercio justo comprueban si es realmente una organización de productores, para evitar intermediarios que buscan un rápido negocio.
Posteriormente, se estudia si existe un mercado potencial de esos productos. Por último, se comprueba si los productores trabajan con un sistema ecológico y sostenible. En caso de las empresas y plantaciones, se verifica que el sueldo alcance para mantener dignamente a la familia y que las condiciones de trabajo no perjudiquen la salud del productor.
Actualmente, 800.000 familias se dedican en el mundo a producir materias primas para el comercio justo.

Comercio Justo y Consumidor

Los productos de comercio justo son de un 10% a un 15% más caros que sus equivalentes convencionales. En Europa occidental, entre un 10 y 20% de las familias están dispuestas a pagar un poco más por estos productos.
No se adquieren con más frecuencia porque son difíciles de encontrar. La distribución masiva es el principal obstáculo para la expansión del comercio justo. En casi todas las grandes ciudades pueden encontrase tiendas de comercio justo. Algunas cadenas comerciales han comenzando a incluir estos productos en sus establecimientos.
El café, cacao-chocolate, y la artesanía son los productos "estrella" del comercio justo.
Comprarlos significa defender un consumo ecológico, solidario y responsable.
Las etiquetas de las marcas de garantía -Trans Fair, Max Havelaar y Fair Trade Mark- informan de las condiciones en las que se elaboró cada producto.
Las organizaciones de comercio justo hacen mucho más que vender los productos: controlan que la producción respete la dignidad de los trabajadores y al medio ambiente. Y que el dinero ganado por los productores locales sea suficiente para proporcionarles un cierto nivel de vida. También orientan y ayudan a estos países para que se elaboren productos que sean atractivos para los países desarrollados.

INTERMON


INTERMÓN, organización no gubernamental para el desarrollo española. Constituida en 1956, con sede central en Barcelona, fue creada como fundación independiente y sin ánimo de lucro. INTERMÓN trabajó desde sus inicios para conseguir erradicar la pobreza en las poblaciones más desfavorecidas del Tercer Mundo y para proporcionarles los medios que les permitieran alcanzar su propio desarrollo. Dedica la mayor parte de sus ingresos (procedentes de cuotas, donaciones y subvenciones de organismos públicos españoles e instituciones europeas) a la gestión y financiación de proyectos de desarrollo en países como Angola, Benín, Bolivia, Brasil, Burkina Faso, Chad, Ecuador, El Salvador, India, Marruecos, Túnez y Tanzania. Otro de sus objetivos prioritarios es la sensibilización de la opinión pública. En esta línea, colabora con otras organizaciones no gubernamentales para difundir información sobre su trabajo y sobre cuestiones de interés general relacionadas con la situación de desequilibrio mundial. Así, lanzaron una campaña de forma conjunta con Amnistía Internacional, Greenpeace y Médicos Del Mundo titulada ‘Hay Secretos que Matan’, sobre el tráfico de armas. Con esta iniciativa, acompañada de la publicación del libro Secretos que Matan, se exigía a los gobiernos transparencia acerca del envío de armamento a países inmersos en conflictos. INTERMÓN también forma parte de una red de organizaciones de todo el mundo que llevan a cabo el proyecto Comercio Justo, que pretende que organizaciones y proyectos de cooperación sean los destinatarios de los beneficios derivados de la venta de objetos de artesanía en las llamadas ‘tiendas de la solidaridad’, logrando además la sensibilización del público hacia el trabajo de la organización. La artesanía que se puede encontrar en estas tiendas procede principalmente de Latinoamérica, África y Asia.
En marzo de 2001, INTERMÓN pasó a denominarse de forma oficial INTERMÓN OXFAM, tras culminarse su proceso de integración en OXFAM INTERNACIONAL (a la que de hecho ya pertenecía desde 1997), federación de distintas organizaciones no gubernamentales internacionales cuyo objetivo primordial, coincidente con el fundacional de la propia INTERMÓN, era conseguir que todas las personas hagan realidad su derecho a una vida digna.

50 años de Intermón Oxfam

1956-1964: De las misiones a la realidad de la pobreza
El 11 de agosto de 1956 nace el Secretariado de Misiones y Propaganda de la Compañía de Jesús, al servicio de los misioneros enviados a Bolivia, Paraguay y la India. Aunque al principio los proyectos de ayuda eran de carácter religioso y asistencialista, al final de este período, la institución realiza un cambio de orientación. Se prioriza la labor del apoyo económico y social a la población del Sur.

1965-1972: África en el horizonte
La institución sigue siendo de carácter asistencialista, aunque con un claro enfoque de denuncia y defensa de la justicia. Se comienza a trabajar en África y en proyectos de educación formal, principalmente. Se cambia el nombre a Misión y Desarrollo, ya que "La misión no puede olvidar en ningún momento el desarrollo”.

1973-1986: De 'Misión y Desarrollo' a Fundación Intermón
La filosofía de trabajo cambia buscando que los beneficiarios participen directamente en su propio desarrollo. Los proyectos en los que se trabaja dan prioridad a la promoción indígena, la educación popular y la salud, y se potencia el trabajo con otras ONG. Misión y Desarrollo cambia su nombre por el de Intermón, que pierde su filiación religiosa y se convierte en una fundación independiente.

1987-1996: La expansión
Intermón expande su actuación y ya trabaja en 28 países en tres continentes. Se abren sedes en otras ciudades del territorio español, y se impulsan las acciones educativas y campañas temáticas de movilización y sensibilización. En el año 1992 se comienza a trabajar en el ámbito del comercio justo, con proyectos en el terreno y tiendas para comercializar estos productos.
1997-2006: La globalización: De Intermón a Intermón Oxfam
Intermón se une a Oxfam Internacional, y durante estos años, crecen sus actuaciones en el ámbito de la ayuda humanitaria, y de las campañas globales de movilización social. Gracias a los 240.000 socios/as y colaboradores de Intermón Oxfam, en el 2006 conmemoran su 50 aniversario.

Opinión personal

En mi opinión el comercio justo es importante para intentar ayudar a los trabajadores de los países subdesarrollados y acabar con las injusticias por parte de las grandes multinacionales. Pero para conseguir los objetivos del comercio justo es necesaria una mayor implicación de todo el mundo, en especial de los gobiernos y de las grandes multinacionales; lo que creo que es casi imposible de conseguir, ya que para las multinacionales lo más importante es obtener los mayores beneficios posibles sin importar que se perjudique a alguien.

Bibliografía

Encarta.
www.IntermonOxfam.org
www.e-comerciojusto.org
www.nodo50.org
Otras páginas de Internet.